La pertenencia que vuelve cuando la vida te la arrebata
Duelo por pérdida de pareja · Acompañamiento en duelo · Grupos de duelo
Ayer hablaba con una mujer que participó durante mucho tiempo en un grupo de duelo por pérdida de pareja. Me compartía algo que escucho a menudo, pero que nunca deja de conmoverme: al principio, entrar en un grupo así es casi insoportable.
Cuando hablar del dolor duele demasiado
Porque sentarte a escuchar, o a poner palabras, sobre la muerte del amor de tu vida… sobre la ruptura de un proyecto entero… sobre la ausencia de quien iba a acompañarte para siempre… es abrir una herida que todavía sangra.
Es mirar de frente una realidad que cuesta aceptar.
Y sin embargo -pasa despacio, casi a escondidas- algo empieza a cambiar
El grupo como un lugar donde volver
Porque cuando pierdes a tu pareja, no solo pierdes a una persona: pierdes hogar, pierdes identidad, pierdes la idea de permanencia.
Todo aquello que dabas por seguro se vuelve frágil. Y de pronto no sabes dónde quedarte, ni a qué sostenerte.
Pero cada jueves, el grupo estaba ahí.
La misma hora.
Las mismas sillas.
Las mismas personas que, aun rotas, seguían llegando.
Ese simple gesto —aparecer— comienza a construir un lugar seguro.
Un pequeño refugio en mitad del duelo.
Una familia que nace del dolor, pero también del amor
De ese ritual constante nace una especie de familia distinta: una familia atravesada por la pérdida, sí, pero también por algo más grande.
Porque entre lágrimas, silencios y miradas que se sostienen, sigue habiendo amor.
Aunque duela.
Aunque arda.
Aunque asuste.
Aunque parezca imposible.
El amor continúa existiendo en quienes escuchan, en quienes dicen “yo también”, en quienes vuelven semana tras semana aun con miedo.
Ese amor es discreto, profundo y humano.
Y acompaña de una forma que nada más puede hacerlo.
Cuando la vida se queda sin lugares, el grupo se convierte en uno
A veces, un grupo de duelo se convierte en eso:
un lugar donde volver cuando la vida se queda sin lugares.
Un espacio estable en medio del derrumbe.
Un recordatorio de que lo que se rompió no se lo llevó todo.
Un lugar donde el amor —aunque transformado— sigue vivo.
En Crecer en la Pérdida acompañamos cada proceso con respeto, escucha y presencia.
Porque el duelo duele…
pero no tienes por qué atravesarlo sola.
Cuando el dolor aprieta, el acompañamiento importa.
Estamos aquí.